🎓 Empatía con el duelo que genera la distancia

Según explica la profesora del grado en Psicología, Salud Porras, a los efectos de valorar el impacto psicológico del hecho de no poder visitar el país de origen, se puede distinguir entre dos tipos de migrantes.

Fecha: sábado, 26 de diciembre de 2020 a las 11:15h

Empatía con el duelo que genera la distancia

Todo el mundo lo hace, pero si alguien espera con ansia períodos vacacionales largos, como pueden ser las Navidades, son las personas migradas. Para todos, es la gran oportunidad para compensar un poco este agotamiento pandémico en el que nos vemos inmersos, pero para estas personas, estas semanas son la oportunidad de hacer un paréntesis en sus países de origen. La visita a su hogar de procedencia se convierte en “necesidad vital”, y la imposibilidad de realizarla puede, incluso, ser vivida “como un duelo”. Por desgracia, las restricciones a los viajes internacionales, que aún perviven en muchos países, harán que muchos migrantes se vean retenidos en sus países de acogida.  

Según explica la profesora del grado en Psicología Salud Porras, a los efectos de valorar el impacto psicológico del hecho de no poder visitar el país de origen, se puede distinguir entre dos tipos de migrantes. Por un lado, están “aquellas personas que, al migrar, se adaptaron e integraron en el país de destino, de manera que redibujaron su identidad étnica”. Por otro, están aquellos cuya “identidad sigue firmemente sustentada por el apego a la tierra de origen”. 

Son estos últimos los que pueden sufrir más por la imposibilidad de pasar unas semanas en su tierra. En estos casos, esta privación puede ser vivida “como una gran pérdida, como un duelo”. Un duelo entendido como “la pérdida de la posibilidad de relacionarte con alguien, incluso con algo, muy importante para ti. ¿Cómo llevaría cualquiera de nosotros no poder abrazar a nuestros padres en dos años? Sin duda, con dolor emocional porque no los tenemos; eso es un duelo”, apunta Salud Porras. Además, no solo se echa de menos a las personas, sino el contacto con todas las tradiciones, elementos culturales, lengua, gastronomía, arte y costumbres sociales, que configuran la propia identidad y le dan un sentido social.

En este punto, la profesora de la UAO CEU recuerda que el hecho de poder regresar un tiempo a su país representa para estas personas “la gran motivación para trabajar y esforzarse el resto del año”. Por eso habla de necesidad vital, concretada en el mantenimiento y expresión de “fuertes vínculos” no solo con personas, sino también “con la cultura que, en buena parte, los define como individuos”. 

Para los migrantes mejor adaptados a las sociedades de los países de acogida, la distancia suele resultar menos dura, ya que han desarrollado otros recursos que compensan la distancia con sus lugares de procedencia.

Convivir con la incertidumbre

En las circunstancias actuales, a la decepción se le suma la incertidumbre, especialmente la derivada de la pandemia. La incertidumbre, señala esta especialista, “es la madre de todas las ansiedades”. El desasosiego que genera lo incierto se acrecienta por un factor cultural, propio de nuestro tiempo y de la mentalidad occidental. A juicio de Porras, “vivimos en una cultura que nos ha educado excesivamente en el control como mecanismo para compensar la incertidumbre”. Sin embargo, añade, esto “es una ilusión, los aspectos más importantes de nuestras vidas no se pueden controlar, sino cuidar o gestionar; esta cultura del control perjudica mucho a nuestra salud mental, porque nos hace más intolerantes a la frustración, y por lo tanto más infelices”. 

Ser prácticos y acompañar

Por esto, ante la sensación de incertidumbre que pueden sentir estas personas, Porras recomienda “no poner el objetivo en controlar la situación, sino en adaptarse a ella”. En segundo lugar, prescribe “ser práctico”: “Quejarse no es práctico, hablar mal de los políticos o los vecinos no es práctico, lamentarse no es práctico. En su lugar, ser práctico es centrarse en soluciones, es filtrar los momentos de angustia por la pregunta '¿puedo hacer algo para solucionar o paliar el problema?'". La respuesta es afirmativa: “Podemos decidir llamar a ese familiar que está solo, podemos hacer algo productivo para la familia o el trabajo, podemos buscar información que nos ayude a entender, podemos buscar alternativas de comunicación que acorten la distancia percibida, y ofrecer ayuda de diversas formas”.

Esta actitud hay que acompañarla, además, de “realismo” y espíritu “constructivo”. Finalmente, las personas que están en el entorno de migrantes que habrán de pasar largo tiempo lejos de su casa pueden adoptar una disposición de acompañamiento. “Cuando una persona sufre por una situación que no puede controlar y no puede cambiar, sentir la disponibilidad y compañía de alguien que empatiza con su dolor puede ser la mayor fuente de serenidad. No se trata tanto de hacer o no determinadas actividades, sino de estar disponible con actitud de adaptación, resiliente”, concluye Porras. 
 

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