🎓 Primeros mil días que pueden marcar toda una vida

El neuropsiquiatra experto en psiquiatría infantil Jorge Barudy ha sido el encargado de pronunciar la conferencia de clausura del VIII congreso Word in Education, celebrado en nuestra universidad durante los días 7, 8 y 9 de julio.

Barudy ha aludido a dos conceptos fundamentales: la importancia de la construcción de la resiliencia y lo decisivo de las primeras etapas de la vida para la conformación de una mente organizada, precisamente gracias a la presencia de una interrelación personal positiva con el entorno. “Todavía intentan convencernos de que la resiliencia es algo individualista, cuando, en realidad, es una producción social”, ha señalado para enfatizar esta dimensión comunitaria de la resiliencia. 

El ponente ha invocado los datos que aporta la neurociencia y la epigenética para poner de relieve el impacto del entorno en el individuo. La epigenética, por ejemplo, demuestra que las circunstancias ambientales con las que se relaciona la persona pueden traducirse en cambios genéticos, de tal manera que “la no superación del daño puede quedar inscrita en el modelo epigenético de la persona”, lo que explicaría “la transmisión intergeneracional de los traumas”.

Primeros mil días

La incidencia del entorno es especialmente crucial en los primeros mil días de la vida de una persona. En ellos, un buen trato, que genere un apego seguro, sienta las bases de un “desarrollo sano del cerebro y de la mente”. Se está sembrando la semilla de la resiliencia primaria.

Por el contrario, las relaciones personales de malos tratos causan desorganización en el cerebro y, si esta es temprana, “puede provocar el bloqueo de los procesos de autoorganización”: “La minusvalía psíquica puede ser resultado de una experiencia de malos tratos”. 

Por este motivo, Barudy considera que es crucial mejorar los sistemas de detección temprana: “Los sistemas de protección siguen siendo insuficientes para asegurar la prevención de este daño tan terrible que es la producción de un daño traumático”. 

Apoyo social

En esta línea, y conectado con su visión de la resiliencia como algo social, considera fundamental que las personas puedan contar con “facilitadores de resiliencia secundarios”. Será imprescindible en el caso de las personas que no encuentren en su entorno “relaciones interpersonales reparadoras que transmitan esperanza”, pero también es necesario para apoyar el reto de la parentalidad: “La parentalidad social es un gran desafío porque las necesidades de los hijos son múltiples y evolucionan”. Por eso, los padres “necesitan el apoyo de la comunidad”.

En este sentido, ha recordado que educar es algo “transversal y vertical”. En el hecho de satisfacer las necesidades del niño hay un acto educativo, ha expuesto. Y es que, al satisfacer la necesidad que hay tras una desregulación, “se está educando el cerebro; la autorregulación se aprende en la interacción”.