🎓 Cuando las vacaciones son necesidad vital     

Después de largos períodos de distanciamiento, para estas personas, estas semanas son la oportunidad de hacer un paréntesis en sus países de origen, especialmente en el contexto de pandemia

Fecha: martes, 27 de julio de 2021 a las 14:45h

Cuando las vacaciones son una necesidad vital     

Los períodos vacacionales largos, como los que ofrece el verano, son fundamentales en el calendario de las personas que viven lejos de sus países de origen. Después de largos períodos de distanciamiento, para estas personas, estas semanas son la oportunidad de hacer un paréntesis en su tierra natal, especialmente en el contexto de pandemia. Lo es hasta el punto de que estas semanas de reencuentro constituyen para ellos una “necesidad vital”. Por esta misma razón, la imposibilidad de disfrutar de estas semanas puede incluso ser vivida “como un duelo”, señala la profesora del grado en Psicología Salud Porras.   

No obstante, el impacto psicológico de no poder visitar la tierra de origen es diferente según el perfil de la persona migrante: “Aquellas personas que, al migrar, se adaptaron e integraron en el país de destino, de manera que redibujaron su identidad étnica, sobrellevan mejor la distancia. Sin embargo, aquellos cuya identidad sigue firmemente sustentada por el apego a la tierra de origen son los que están expuestos a un mayor sufrimiento en caso de prolongarse los períodos de separación con seres queridos”.

En estos casos, esta privación puede ser vivida “como una gran pérdida, como un duelo”. “Hablamos de un duelo entendido como una pérdida vital significativa. ¿Cómo llevaría cualquiera de nosotros no poder abrazar a nuestros padres en dos años? Sin duda, con dolor emocional, porque no los tenemos; eso es un duelo”, apunta Salud Porras. Esta especialista apunta también que no solo se trata de echar de menos a la persona, sino el contacto con todo aquello que “configura la propia identidad y un sentido social”, es decir, las tradiciones, los elementos culturales, la lengua, la gastronomía, el arte o las costumbres sociales. 

A todo ello hay que añadir que el hecho de poder regresar un tiempo a su país representa para estas personas “la gran motivación para trabajar y esforzarse el resto del año”. Por eso habla de necesidad vital, concretada en el mantenimiento y expresión de fuertes vínculos no solo con personas, sino también con la cultura que, en buena parte, los define como individuos. En el caso de las personas mejor adaptadas a las sociedades de los países de acogida, la distancia suele resultar menos dura, ya que han desarrollado otros recursos que compensan la distancia con sus lugares de procedencia.

Salud mental y pandemia

Paralelamente al duelo del migrante, no debemos olvidar que las consecuencias del largo periodo de pandemia que estamos viviendo (fallecimientos, problemas laborales, crisis económica, covid persistente, restricciones a la movilidad, confinamientos, etc.) están generando lo que llamamos “agotamiento pandémico”. Esto está precipitando en la población general síntomas de ansiedad, así como descompensaciones de trastornos mentales que estaban compensados antes de la pandemia. La pandemia está dañando de manera muy significativa la salud mental de la población y, en el contexto del duelo del migrante, está lloviendo sobre mojado.

Pragmatismo frente a la incertidumbre

En las circunstancias actuales, a la frustración se une el factor incertidumbre, intensificada por la pandemia. La incertidumbre es “la madre de todas las ansiedades”, y más en una sociedad que vive en la cultura del control como mecanismo para compensar la incertidumbre. Esto es una ilusión, ya que los aspectos más importantes de nuestras vidas no se pueden controlar, sino cuidar o gestionar. Esta cultura del control perjudica a nuestra salud mental, porque nos hace más intolerantes a la frustración, y por lo tanto más insatisfechos e infelices. 

Por esto, para apoyar a las personas sometidas a un alto grado de incertidumbre, Porras recomienda “no poner el objetivo en controlar la situación, sino en adaptarse a ella”. En segundo lugar, prescribe “ser práctico”. Se trata de centrarse en la pregunta “¿puedo hacer algo para solucionar o paliar el problema?”. Efectivamente, hay mucho que se puede hacer: “Podemos decidir llamar a ese familiar que está solo, podemos hacer algo productivo para la familia o el trabajo, podemos buscar información que nos ayude a entender, podemos buscar alternativas de comunicación que acorten la distancia percibida, y ofrecer ayuda de diversas formas”.

Finalmente, las personas que están en el entorno de migrantes que habrán de pasar largo tiempo lejos de su casa pueden adoptar una disposición de acompañamiento. “Cuando una persona sufre por una situación que no puede controlar y no puede cambiar, sentir la disponibilidad y compañía de alguien que empatiza con su dolor puede ser la mayor fuente de serenidad. No se trata tanto de hacer o no determinadas actividades, sino de estar disponible con actitud de adaptación, resiliente”, concluye Porras. 
 

Cuando las vacaciones son una necesidad vital