🎓 Mejor equipados psicológicamente, pese a la fatiga

Si esto se produjera, no cabe duda de que llegaríamos con el peso de la fatiga de estos meses. Sin embargo, también contamos con un bagaje del que carecíamos en marzo.

Fecha: viernes, 06 de noviembre de 2020 a las 17:45h

Mejor equipados psicológicamente, pese a la fatiga

Aunque la posibilidad de un segundo confinamiento domiciliario parece haber perdido fuerza en los últimos días, sigue siendo una opción que planea sobre nuestras vidas. Países de nuestro entorno ya han adoptado la medida y no es descabellado que, en algún momento, nos volvamos a ver en una situación parecida a la de la pasada primavera. 

Si esto se produjera, no cabe duda de que llegaríamos con el peso de la fatiga de estos meses. Sin embargo, también contamos con un bagaje del que carecíamos en marzo. Por esta razón, un segundo confinamiento domiciliario nos encontraría mejor equipados psicológicamente gracias al aprendizaje acumulado en el cierre de primavera. Así lo explican las profesoras del grado en Psicología y del máster universitario en Psicología General Sanitaria Laura Amado, Marina Fernández y Marta Oporto

“Siento que hemos aprendido, que sí hemos podido reflexionar. Hay cosas positivas que han venido para quedarse”, observa Amado. Al menos, no cabe duda de que los vaivenes a los que hemos estado sometidos nos han hecho más “tolerantes ante la incertidumbre”.

Complementariamente, también hemos incorporado un aprendizaje significativo, que es “vivir y volcar las capacidades en el presente, tratar de controlar únicamente lo que está en nuestra mano”, añade Marta Oporto. Esta especialista lo relaciona con el crecimiento de la “capacidad para descentrarse”, es decir, de salir de uno mismo y enfocarse en aquellas cosas de nuestro entorno en las que podemos ser útiles, una manera de afrontar la realidad que nos será muy útil en caso de nuevas adversidades.

Por otro lado, Marina Fernández también aprecia que hemos mejorado en el reconocimiento y la aceptación de nuestros sentimientos: “Hemos aprendido a dejarnos sentir. Aceptamos nuestras emociones y eso hace que nos sintamos mejor”. Una idea en la que abunda Laura Amado: “Reconocemos y compartimos. Ahora se habla mucho más de emociones”. 

Aunque no son deseables, lo cierto es que acontecimientos vitales de esta clase permiten discriminar con más facilidad cuáles son las cosas realmente importantes. El contacto diario con una crisis sanitaria tan devastadora nos enfrenta a la realidad de que “no podemos dar por hecho el hecho de estar vivos”, destaca Amado. A partir de ahí, brota la “conciencia del valor de lo que tienes y el agradecimiento; la gente que no es capaz de ver esto añade una fatiga superior”, comenta Oporto. 

La confrontación con circunstancias adversas ha supuesto también “el descubrimiento de fortalezas personales”. Así, la resiliencia es un concepto clave para entender la crisis del coronavirus desde el punto de vista del crecimiento personal. Y, en este aspecto, también es reseñable que mucha gente cuenta ahora con el impulso de haber conectado “con la espiritualidad, con la dimensión trascendente” que, en circunstancias normales, el materialismo imperante relega a un segundo plano.

Fatiga, trauma y pobreza

Por supuesto, junto a estas mejores “estrategias de afrontamiento” también hay que poner en la balanza las cicatrices, todavía frescas, que deja el medio año largo de pandemia, un tiempo que se está haciendo especialmente penoso para las personas que arrastran un grado de fatiga superior. La segunda ola ha llegado demasiado pronto para profesionales como “los sanitarios, educadores y, en general, los que prestan servicios a la comunidad”, enumera Laura Amado. 

Especialmente delicada es la situación para las personas que han vivido un trauma (experiencia de especial gravedad) relacionado con la crisis del coronavirus. “Evolutivamente, no habrán tenido tiempo para afrontarlo”, advierte Amado. Y es que “la situación todavía no ha vuelto a la naturalidad que permite a la persona volver a sus apoyos sociales, familiares, de ocio o de trabajo”, añade Marina Fernández. 

Esta neuropsicóloga también hace una llamada de atención sobre la situación de vulnerabilidad psicológica en la que se encuentran las personas “que no tienen sus necesidades cubiertas”. A raíz de la crisis económica derivada de la pandemia, se multiplican los casos de gente con dificultades para resolver cuestiones básicas como la vivienda o el sustento. Estas circunstancias pueden poner a la persona en una situación de “estrés crónico” extremadamente perjudicial para la salud: “La pobreza lleva a la enfermedad. El estrés a largo plazo es de las peores cosas que le pueden pasar a nuestro cerebro, a nuestro organismo”. 

Reconocimiento y ayuda

Para que la normal inquietud por un segundo confinamiento no se traduzca en una angustia excesiva, Marta Oporto recomienda, en primer lugar, “identificar la fuente de esa angustia”. Una vez localizada, “verbalizarla, compartirla con alguien que te escuche”. También es bueno realizar un ejercicio de introspección para detectar “cuándo estamos anticipando cosas que no están sucediendo y que escapan a nuestro control” y qué aspectos sí que están dentro de nuestro radio de acción. Y, por supuesto, añade Marina Fernández, “buscar ayuda cuando una angustia interfiera en un área vital”. 

En este sentido, ante el colapso de la salud mental (“la gran olvidada”), Laura Amado, que es la directora del grado en Psicología, destaca la labor de apoyo de muchas organizaciones sin ánimo de lucro, que han “ofrecido recursos a las personas sin recursos”. Entre ellas, la Unidad Terapéutica de Asistencia Psicológica y el Servicio de Atención Psicológica de la propia universidad. 

Sin culpables

Como recomendación, estas tres psicólogas sanitarias creen que se ha de evitar la tendencia buscar culpables. “Ante la tentación de proyectar la culpa, tenemos que entender que esto no es culpa de nadie”. Cuando Marina Fernández hace esta observación, incluye descartar la autoinculpación: “Las dificultades familiares, sociales o laborales debidas al coronavirus no son culpa nuestra”. 

En esta línea, Oporto pone el acento en la carga negativa de la imputación de culpabilidades: “Es algo que puede producir que una sintomatología clínica se exacerbe. A partir de la culpa no se construye”. 

El lugar desde el que sí se puede construir es el “locus de control”. “Cada uno, desde su responsabilidad y su conciencia puede hacer muchas cosas que suceden bajo su control. Es decir: locus de control interno”, señala Marina Fernández. En este sentido, hay que quedarse “con toda la gente profesional que desde sus ámbitos está luchando. Si todo el mundo, desde su rol, hace lo que esté en su mano, la sociedad construirá”.

Amado, Fernández y Oporto son autoras de dos capítulos del libro Pandemia y resiliencia: aportaciones académicas en tiempos de crisis (EUNSA). En sus aportaciones a esta obra colectiva impulsada por el grupo TRIVIUM, reflexionan sobre resiliencia y estrategias de afrontamiento en el contexto de la crisis del coronavirus. 

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